Me encanta la forma en que sonríes. Hace que no pueda evitar hacerlo contigo. Al igual me pasa cuando estás triste o de mal humor. Me contagias como solo dos personas que, de verdad, están unidas pueden contagiarse. Si ríes quiero reír, quiero hacerlo contigo. Si lloras quiero llorar, jamás te dejaré solo. Algún día de estos despertarás y habrá algo distinto. Ya no serás solo tú. Girarás la cabeza hacia el otro lado de la almohada y podrás sentir mi respiración que, unida a la tuya, harán solo una. Otros días quizás despiertes y estés solo en la cama pero un fuerte olor a café penetrará en la habitación hasta llegar a ti. Algún que otro día seré yo la que duerma plácidamente y, al ir a levantarme y mirarte, sabré que tengo motivos para hacerlo. Puede que, a veces, también quiera estar sola. Esas veces quiero que vengas junto a mí y me expliques cómo se me pasó por la cabeza que quería estar sola. Hazme ver que es imposible preferir eso a tenerte a mi lado. Algún tiempo después ya no despertaremos solos. Notaremos unas manos pequeñas y frías despertándonos y correremos a por una manta para quitar el frío a nuestro hijo. Estaré segura de que esto ea en realidad lo que quiero cuando, cualquier día, mire por la ventana y sienta que en esa casa es donde de verdad quiero estar, contigo y con nuestra familia. Y que no hay ningún otro sitio en la Tierra sobre el que me gustaría estar. Excepto allí y en ese justo y preciso instante.
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